A Gutenberg se le reconoce más que, por el invento por su creación, la fusión de diversas ideas anteriormente creadas. He ahí, la genialidad de este orfebre alemán, el haber amalgamado diversas experiencias, con las cuales logró desarrollar una máquina, que lograba de manera simple, rápida y eficiente, imprimir textos.
La creación de Gutenberg, fue una catapulta revolucionaria, en el campo de la cultura, del arte y la política. La imprenta, traspasó el conocimiento, se hizo universal. Al alcance de la mano, de todo aquel que se quisiera sumergir, en el extenso mar, que significa el educarse a través de los libros.
Ahora bien, en este siglo podemos atribuir un impacto superior de la tecnología, o la era digital en todos los campos del conocimiento. Al desagregar el impacto en la sociedad, se evidencia las oportunidades en todos los procesos inteligentes, y su concreción productiva.
Hay quienes consideran que se reduce las plazas de trabajo. Esta argumentación ha sido reforzada además con la afirmación de que cualquier profesional de otras carreras está dotado de competencias expresivas –sobre todo oralidad y escritura – suficientes para desempeñarse como periodista y la percepción de que el ciudadano común con cierta cultura puede cumplir los roles básicos del comunicador en los medios modernos.
Garantizar la competencia e idoneidad del profesional, no parece aceptarse tan fácilmente en el caso de los periodistas, por cuanto estaría interceptando el espacio de la libertad pública de expresión ciudadana. Lógicamente, la polémica ha derivado en las batallas legales sobre la obligatoriedad o no de la colegiación de los periodistas, que aún sigue viva, pero casi moribunda, pues la flexibilización laboral, acompañada del marketing redaccional y el modelo de infotretenimiento (infotaiment) ha hecho estragos entre las plantillas de profesionales. Las simplificaciones en el orden argumental han reforzado la tesis de que el ejercicio periodístico es más bien un oficio que no requiere competencias especiales y, por ampliación, que la labor comunicacional en la radio y televisión puede ser cubierta por cualquier fablistán o personaje con dotes histriónicas.
A favor de la misma se aduce que la explosión de los medios digitales bajo sus múltiples modalidades ha erosionado aún más las fronteras frágiles de la profesionalización hasta el punto de afirmar la desaparición del periodismo por cuanto ya toda persona con habilidad, por ejemplo para habilitar un blog o manejar twitter, pudiera ser conceptuada como periodista. También aquí la simplificación de las labores periodísticas, aunada al mito de que la automatización de los procesos digitales eliminaría a los mediadores, hizo pensar que los periodistas eran ya un gremio en extinción.
Los diez últimos años de consolidación del periodismo digital han demostrado la inconsistencia de esta afirmación, por cuanto los periodistas no han desaparecido, sino más bien se han transmutado, como era previsible, pero el mito de su final pervive.
Sin embargo, las grandes empresas periodísticas, que comenzaron a adaptarse al nuevo entorno digital, con la esperanza gatopardiana de cambiar y mantener los altos índices de ganancias, combinando la proletarización de los periodistas con las ventajas de la productividad tecnológica, han sido afectadas también, en el que aún no se ven las nuevas modalidades de negocio, es decir, formas estructurales para mantener la alta rentabilidad del pasado.
Por fin, no puede minusvalorarse el impacto de la crisis económica actual, que ha supuesto la pérdida de empleo en la mayor parte de los países. Solamente en Estados Unidos la industria periodística ha eliminado cerca de 36 mil puestos desde la fecha del colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008, y más de 46 mil desde enero de ese mismo año. Un estudio de Unity Journalist informa que la pérdida de empleos en los medios triplica a la del resto de la economía. ¿Seremos inmunes a esta crisis mundial?.
En Venezuela la supuesta ampliación del empleo por la apertura de numerosos medios digitales, alternativos, populares, comunitarios o como se los quiera llamar no deja de ser un espejismo.
Una burbuja inflada de subsidios puede estallar en cualquier momento, como ya está sucediendo, en ese campo de una democracia comunicacional ilusoria. Por otra parte, los cierres selectivos de emisoras y canales por motivos políticos –siempre con cobertura legal – en medio de la crisis económica, ennegrece aún más un panorama ya de por sí tenebroso.
La reconversión y convergencia de los medios en la que apenas hemos entrado, también supondrá una última sacudida para la que debemos estar preparados medios y periodistas, pues no solamente estará en juego el empleo, sino las mismas bases del derecho a la comunicación y la libertad de prensa, que son la razón de ser de la profesión.
Si se observan otras cifras de Latinoamérica, los ciberperiodistas también están sujetos a condiciones salariales precarias. “Un 49% gana menos que sus colegas de papel y un 43% igual; por otra parte son vistos por éstos como profesionales de menor nivel” (Aguirre y Bisbal, 2008: 51). A esto hay que añadir que la incertidumbre del mercado y la inestabilidad política, así como la fuerte presión del Estado sobre los medios de comunicación por razones de carácter ideológico y político, desestimulan la inversión y la expansión de la industria comunicacional. Esto repercute directamente en los costos y ganancias de las empresas y sus empleados, lo que dificulta aún más las mejoras salariales.
Si lo analizamos como oportunidad, veremos que es un campo de trabajo cada vez mas diversificado (diseño, fotografía, especialistas por secciones, entre otros) por lo que demanda de mas competencias y por lo tanto debería ser mejor remunerado.
Independientemente de si la prensa escrita logre adaptarse exitosamente al Internet o no, continuarán surgiendo nuevas y mejores fuentes de noticias en la Web y llenarán cualquier vacío que dejen los diarios.